Dicotomía del Instante -Carmen Hernandez-

Gloria Fiallo y la pictorialización como placer visual

¿Reside el éxito del arte en su carácter «inofensivo» o ineficaz? Vamos a explorarlo a partir de otra hipótesis: el arte es el lugar de la inminencia. Su atractivo procede, en parte, de que anuncia algo que puede suceder, promete el sentido o lo modifica con insinuaciones. No compromete fatalmente con hechos duros. Deja lo que dice en suspenso.

Néstor García Canclini, La sociedad sin relato, 2010

La trayectoria artística de Gloria Fiallo está signada por el posicionamiento crítico heredado del feminismo que hoy en día se despliega como crítica cultural, pues aborda estrategias desconstructivas de desmontaje del sistema de valores de la sociedad patriarcal y de los modelos representacionales del arte con sus respectivas jerarquías sociales.

En los últimos tiempos Fiallo ha ido despojándose del campo referencial para asumir una aventura lúdica sobre las relaciones entre los valores pictóricos y el diseño textil, con lo cual recrea la tradición tautológica de la pintura moderna –representada por el uso del punto, la línea y el plano que obsesionaron a Piet Mondrian y Kazimir Malevich y propone nuevas operaciones representacionales, más allá de la fuerte influencia de las referencias identitarias. Los diseños y colores de las telas para cortinas, manteles, tapicería y vestuario, le ofrecen a esta artista un universo de formas a reinterpretar y recomponer simbólicamente desde las estrategias expresivas desarrolladas por la abstracción constructivista y el minimalismo (la serialización de formas y líneas), pero sin poner en duda el lugar del arte y favorecer así esa estatización de la vida cotidiana, diagnosticada no sin nostalgia por importantes teóricos del arte y la filosofía[1].

Fiallo juega con las estrategias constructivas pero con su intervención pictórica sustituye el estudio del comportamiento del color y de la forma por un dinámico diálogo de figuras decorativas que habitan en zonas difusas y crean interconexiones que “contaminan” la severidad geométrica. Así, burla el formalismo morfológico en un proceso de pictorialización que recupera el valor estético y comunicacional de aquellas imágenes elaboradas de manera industrial, por un mero sentido de goce visual.

Lo pictórico, que refiere tanto al acto de pintar como a una forma abigarrada de hacer arte frente a la linealidad, es entendido aquí como la disolución de los límites del arte y de lo no artístico pues estimula la dialogicidad entre lo pictórico “creado” y lo pictórico “encontrado”, en composiciones generalmente duales. Con este procedimiento la artista advierte que la gestualidad pictórica del trazo hoy en día ha perdido valor, pues la destreza del oficio como “genialidad” se ha desplazado desde lo denotativo (el estilo o la maniera) hacia lo connotativo (la capacidad comunicativa). Los avances tecnológicos y el estudio de los propios sistemas de representación derivados de las nuevas formulaciones artísticas impulsadas por las vanguardias, han permitido comprender que la mirada está determinada por diversos factores culturales que condicionan previamente los modos de ver y representar, a partir de un conocimiento previo de orden capaz de interpretar[2] , de acuerdo a los estudios iniciales en esta materia de la “forma”.

Arthur Danto ha señalado que la travesía tautológica del arte moderno llegó a neutralizar el carácter pictórico: “El lienzo monocromo es el estadio final de este procedimiento colectivo de despictorialización hasta que a alguien se le ocurra atacar físicamente el propio lienzo acuchillándolo”[3]. Fiallo recupera la pictorialización en la vida cotidiana y ofrece otra energía al vitalizar el plano vertical de la pintura luego de su tránsito hacia la horizontalidad, con la experiencia de la action painting y la incorporación del movimiento corporal en el proceso creativo.

Lo pictórico forma parte la cotidianidad y la labor de la artista es advertirlo en aquellas relaciones arbitrarias que establece entre los códigos del arte y el amplio imaginario textil con sus texturas, colores, brillos y opacidades. Este reconocimiento no puede ser posible sin la conformación de “nuevas formas de ver”.

Esta estética decorativista recupera así formas imaginativas en asociaciones azarosas, aunque dialógicas, para insertar reflexiones no carentes de una subjetividad poética constantemente interrogativa en primera persona (Que te voy a ver o Lo nuestro es tan extraño) y cuestiona al canon artístico con el rescate de elementos residuales y “bastardos” del imaginario supuestamente doméstico del mundo textil asociado a lo femenino. Asimismo, redimensiona la postura de género de una subjetividad rebelde que propicia el placer de los encuentros azarosos, sin necesidad de recurrir a referencias evidentes sobre el cuerpo y la violencia. Hay un goce esteticista en esas figuras, muchas orgánicas de follajes, hojas y arabescos que remiten a diversas hibridaciones culturales y recrean una tradición intimista para interrogarse sobre el rol del arte en tiempos en que el decorativismo se enmascara con ideas de trascendencia.

Para Fiallo esta etapa creativa representa “otro lugar” que puede ser interpretado como una reflexión sobre la mirada y al mismo tiempo, sobre ese otro lugar posible de la pintura y de la belleza, cuya noción fue tradicionalmente asociada a idealismos que ocultaban su sentido moral del “buen gusto”, desinteresado y supuestamente trascendental. Hoy en día la belleza parece más efímera (menos edificante que aquella que perdura, de acuerdo a Susan Sontag) y puede estar en todas partes, tal como se percibe en estas piezas que nos confrontan a un imaginario de uso cotidiano capaz de dialogar  poéticamente con los códigos canónicos de la pintura, pero desde la ambigüedad de las categorías establecidas.

 

Carmen Hernández

Historiadora

Diciembre 2.015

 

[1] Entre los más conocidos, Jean Baudrillard, Gianni Vattimo, Donal Kuspit y Michel Maffesoli.

[2] Esta estructura de pensamiento visual previa fue descrita como esquema visual por Adolf von Hildebrand y Ernst Gombrich, como concepto representacional por Rudolf Arnheim y como estilo por Heinrich Wölfflin.

[3] Arthur C. Danto, «Abstracción», La Madonna del futuro. Ensayos en un mundo del arte plural, Barcelona, Ed. Paidós, 2003, p. 235.